
En el Circo Social Sirkhane, la cooperación cultural no es un acto de equilibrismo

Circo Social Sirkhane.
El Circo Social Sirkhane es algo más que un lugar donde aprender técnicas circenses: es un santuario de alegría, curación y expresión creativa para niños que han sufrido el trauma de la guerra, el desplazamiento y la inestabilidad social. Con sede en Mardin (Turquía), cerca de la frontera con Siria, Sirkhane ofrece un entorno seguro y enriquecedor en el que niños de diversos orígenes -sirios, turcos, iraquíes y kurdos- se reúnen para aprender, actuar y jugar.

Fundada por Pinar Demiral y Serdal Adam en 2010, Sirkhane ha pasado de ser una pequeña iniciativa a convertirse en un programa artístico multidisciplinar que abarca el circo, la música, la fotografía y la construcción de comunidades, al tiempo que opera en varios centros y unidades móviles de la zona de Mardin. Uno de estos programas móviles es el Festival de la Alfombra Voladora, una residencia artística de diez días y festival itinerante que reúne a artistas internacionales, músicos y artistas de circo con los niños de Sirkhane. Cada año, el festival transforma espacios públicos en escenarios de maravilla, donde artistas locales e internacionales crean una experiencia mágica, sin fronteras, de alegría compartida. El festival es la culminación de la filosofía de Sirkhane, un acto de resistencia contra la división y una declaración de que la belleza y la esperanza pertenecen a todos.
El Festival no es sólo un escaparate de creatividad y cooperación cultural. Es también un testimonio de estabilidad y esperanza. Todos los artistas son miembros del programa Héroes del Circo, antiguos alumnos que han pasado a desempeñar funciones de tutoría. Estos artistas sirios, kurdos y turcos son a la vez instructores y estrellas. Encarnan el crecimiento, la confianza y la creatividad que esperamos fomentar en las generaciones futuras.
¿Por qué un "circo social"?
A diferencia de las escuelas de circo tradicionales, que forman a profesionales para el entretenimiento, los circos sociales utilizan las artes escénicas como medio de cambio social. Para los niños de regiones afectadas por conflictos, la terapia o la educación tradicionales pueden no ser siempre accesibles o eficaces. Sin embargo, la naturaleza no verbal, física y lúdica de las artes circenses crea un entorno seguro y atractivo para la curación y el aprendizaje estimulante y transformador.
El modelo de circo social se basa en la inclusión, el trabajo en equipo y la resiliencia. Los niños aprenden mucho más que trucos: aprenden habilidades sociales, disciplina, confianza, resolución de problemas y autoexpresión. Atrapar una pelota que cae, mantener el equilibrio en la cuerda floja o realizar una rutina sincronizada son actividades que enseñan paciencia y perseverancia. La propia naturaleza de las artes circenses permite que el fracaso no se vea como un contratiempo, sino como parte del proceso, una lección increíblemente importante para los niños que han experimentado pérdidas e inestabilidad.

La organización también dirige los programas Müzikhane y Cuarto Oscuro de Sirkhaneque imparten talleres gratuitos de música y fotografía móvil a niños locales y refugiados. A través de clases de instrumentos como violín, ukelele, piano y percusión, Müzikhane ayuda a los niños a encontrar su voz, desarrollar la disciplina y experimentar la alegría de crear algo bello en un lenguaje universal. El cuarto oscuro de Sirkhane enseña a los niños a capturar su mundo a través de una fotografía tradicional de película fundada originalmente por el fotógrafo turco Emel Ernalbant. En una era de sobrecarga digital, la fotografía analógica ralentiza el proceso, fomentando la atención, la paciencia y la narración de historias. Los niños revelan e imprimen sus propias fotografías, creando narraciones visuales que documentan sus vidas y sus sueños. En ambos programas, el objetivo final es procesar las propias emociones, sanar y convertirse en el propio narrador.
El trabajo no está exento de desafíos. Operar cerca de la frontera turco-siria conlleva una gran incertidumbre, sobre todo en materia de seguridad, inestabilidad política y logística. La región ha sufrido continuas tensiones -conflictos transfronterizos, operaciones militares, cambios en las políticas de refugiados- que afectan a la estabilidad de las comunidades a las que Sirkhane presta servicio. Garantizar la seguridad de los niños, los instructores y los artistas internacionales es una preocupación constante, ya que las escaladas repentinas de violencia o los cambios en la dinámica política pueden interrumpir la programación y limitar la movilidad.
Y la seguridad emocional es igual de importante. Aunque el circo proporciona una evasión alegre, muchos participantes arrastran traumas profundos. Sirkhane ha colaborado estrechamente con psicólogos y trabajadores sociales para incorporar al programa enfoques que tengan en cuenta los traumas, garantizando que los niños se sientan seguros y apoyados.

En medio de estos retos, brilla la creatividad. Khalid, un joven refugiado sirio, entró en Sirkhane a los 11 años. Al principio era tímido y retraído, y le costaba relacionarse con los demás. Con los años, los malabares y las acrobacias le ayudaron a recuperar la confianza en sí mismo; hoy, a sus 21 años, enseña a niños más pequeños a hacer lo mismo. Fatma, que lleva con Sirkhane desde los 13 años, encontró consuelo en el trapecio. Para ella, estar suspendida en el aire es una metáfora de la libertad: liberarse del peso del pasado y abrazar la fuerza y la gracia. Otra niña del Cuarto Oscuro de Sirkhane tomó hace poco una imagen de un columpio abandonado en su barrio. Cuando le preguntaron por qué lo había elegido, respondió: "Porque está esperando a que alguien le devuelva la alegría". Estos ejemplos revelan hasta qué punto los niños interiorizan y transforman sus experiencias a través del arte.
Nuestras comunidades también lo ven. Los padres, que al principio dudaban, ahora se enorgullecen de ver actuar a sus hijos y reconocen el papel del programa en el fomento de la confianza y la integración social. Al presentar a estos jóvenes no como víctimas sino como artistas cualificados, el festival desafía los estereotipos y fomenta la cohesión social. Las actuaciones, ya sea en las plazas públicas de Mardin o en pequeñas aldeas, reúnen a personas de distintos orígenes para que compartan un sentimiento de orgullo y respeto.
A medida que el mundo es más consciente del poder del arte en la curación, Sirkhane se esfuerza por celebrar la resistencia del espíritu humano: una actuación, una bola de malabares, una fotografía y una melodía cada vez.
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