DEL EDITOR, febrero de 2019

 
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DEL EDITOR, febrero de 2019

Tricia Tunstall

02-01-2019

Hace unas semanas, varias docenas de estudiantes del programa Trenton Music Makers de Trenton, NJ, empezaron su Año Nuevo visitando el campus de la Universidad de Princeton, a 20 minutos en coche pero un mundo de distancia de sus vidas cotidianas. Estaban nerviosos por la emoción cuando se amontonaron en un aula del edificio de música Woolworth de la universidad, sacaron sus instrumentos y empezaron a afinar. No era tanto Princeton lo que les ponía nerviosos, sino el hecho de que iban a tocar para uno de los mayores maestros del mundo.

Gustavo Dudamel es Artista en Residencia este año en Princeton, lo que significa que viene al campus varias veces para realizar actuaciones musicales y dialogar sobre temas de arte, educación y cambio social. También significa que puede tener varios encuentros con los programas del Sistema de la Costa Este, y particularmente del área de Princeton.

Cuando el maestro Dudamel entró en esa aula abarrotada, los niños guardaron silencio por un momento. Luego, varios le saludaron en inglés y español, y el grupo tocó tres piezas, con su directora musical, Lydia Veilleux, dirigiendo. Tocaron bien, concentrándose ferozmente. "¡Maravilloso!", dijo Dudamel cuando terminaron. "¿Habéis disfrutado? ¿No es divertido?" Los estudiantes parecían un poco sorprendidos; en la presión del momento, es posible que hayan olvidado que esto era divertido. Entonces, Dudamel añadió: "Entonces, ¡toquen más! Más".

Los alumnos sólo habían preparado tres piezas para esta ocasión. Pero un alumno levantó la mano: "¡Maestro! Podemos tocar "Babumba"!

Para el deleite de todos -incluido el Maestro, que en su día fue director musical en Gotemburgo, Suecia, donde la canción fue compuesta por un fundador del Sistema Sueco- "Babumba" fue. Tocaron y cantaron con gusto, y nosotros intentamos hacer los movimientos obligatorios con los brazos. Y luego fueron los niños los que quisieron más. Tocaron una canción de Moanay no sólo tocaban bien, sino que se divertían.

Al final, Dudamel charló un rato y estrechó la mano de todos los niños que pudo. Puede que no se dieran cuenta en ese emocionante momento, pero estaba claro que la palabra más motivadora e inspiradora que el Maestro les había dicho no era "Maravilloso". Fue "¡Más!".

Tricia Tunstall

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