EDITORIAL
Reflexiones sobre el 50 aniversario de El Sistema Venezuela

 
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EDITORIAL
Reflexiones sobre el 50 aniversario de El Sistema Venezuela

Rodrigo Guerrero, Especialista en Diversidad, Equidad e Inclusión del Babson College, Massachusetts, EE.UU.; ex Director Asociado de Relaciones Internacionales y Desarrollo Institucional de El Sistema Venezuela.

02-05-2025
Rodrigo Guerrero. Foto: César Ziegler.

Una vez escribí, en este espacio editorial, sobre cómo crecí con El Sistema. Escribí sobre cómo los conciertos orquestales eran tan diversos como su público, con un repertorio que siempre equilibraba los estándares venerados con atrevidos maestros latinoamericanos y jóvenes solistas. Escribí sobre cómo, mientras los miembros del público hacíamos cola en el Teatro Teresa Carreño de Caracas, calentados por el sol y refrescados por la brisa, esperando nuestro turno para subir sus escaleras con nuestras entradas que costaban casi nada, el júbilo entre nosotros era incomparable... y sobre cómo el murmullo entre bastidores, lo sabíamos, estaba lleno de orgullo y brío.

Ahora que el programa celebra su 50th aniversario este mes, es imposible repasar su historia sin percibir lo cargada que está del realismo mágico típico de la narrativa latinoamericana, donde mito y realidad se funden en lo cotidiano: alegría y dolor, lucha y Elíseo, crecientes y menguantes a lo largo de décadas rebosantes de coros, conjuntos y tantas y tantas orquestas, tantos hijos e hijas venezolanos empoderados por su capacidad de crear y vivir con belleza.

La Venezuela de 1975 contrasta con la realidad actual. Hace cincuenta años, el país estaba totalmente reconstruido tras una opresiva dictadura militar y en vías de crecimiento económico. En ese contexto, un joven y brillante compositor y director de orquesta, que además era un político dotado, utilizó sus talentos combinados para convencer al gobierno de que apoyara algo que los funcionarios consideraban fuera de lugar, pero que, según su visión, era como de casa. 

La cosecha de las semillas sembradas por el Maestro José Antonio Abreu es hoy uno de los elementos más visibles y queridos de lo que nos hace un país. No somos sólo una tierra de petróleo y reinas de belleza, de jugadores de béisbol y telenovelas, de problemas económicos y políticos; somos también una tierra donde una visión radical y una profunda confianza en la juventud y en las posibilidades han creado un monumento musical vivo, que respira y cuyo impacto mundial continúa y se expande cada día.

Durante años, Venezuela y sus orquestas juveniles fueron casi invisibles para el resto del mundo: los jóvenes músicos y sus instructores se esforzaban en su oficio y tocaban para sus barrios, sus ciudades y provincias, su país. Cuando surgieron oportunidades de actuar en escenarios mundiales, nuestros jóvenes irrumpieron en ellos, vistiendo los colores de nuestra bandera y creando olas de asombro e inspiración.

Por supuesto, la fama internacional también ha suscitado cierto escepticismo y cinismo, como suele ocurrir con las innovaciones que aportan nuevas perspectivas. Pero los críticos tienden a ignorar hasta qué punto El Sistema sigue siendo motivo de orgullo y honor para los venezolanos, una valiente manifestación de nuestra cultura, nuestro arte y nuestro pueblo.

No soy músico, así que no formé parte de los "once primeros" miembros de la orquesta juvenil de Caracas en febrero de 1975. Algunos dicen que el maestro Abreu trazó toda la vida del movimiento en un inspirado discurso a los presentes en aquel momento. Puede que sea cierto; yo no dudo del poder infalible de sus palabras ni de su voluntad de enfrentarse a obstáculos imposibles.

Lo que sé con certeza, por los años que llevo trabajando con el Maestro, es que no dejaba de sorprenderle la calidez con la que tanta gente se tomaba el trabajo y sus múltiples visiones creativas de lo que significaba. Se sentía humilde ante el reconocimiento (que solía alejar de sí mismo y dirigir hacia quienes realizaban el trabajo en los núcleos), y estaba orgulloso de inspirar. Cuando los grandes de la música internacional y del mundo de la educación se convirtieron en sus aliados, fueron estas cualidades las que les convencieron y, sobre todo, su creencia en las infinitas posibilidades de todos los jóvenes, en todas partes, si se les brindan oportunidades y apoyo.  

"El talento es infinito, la oportunidad no" - José Antonio Abreu.


Nota de la Redacción: Para otra perspectiva sobre el 50 aniversario de El Sistema Venezuela, los lectores pueden consultar este artículo de Marshall Marcus, Fundador/Presidente de Sistema Europa, publicado el mes pasado en el diario británico The Guardian.

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