La vida de Jorge Peña Hen, Parte IV: Un legado perdurable

 
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La vida de Jorge Peña Hen, Parte IV: Un legado perdurable

Lautaro Rojas Flores, Profesor (jubilado), Escuela Experimental de Música Jorge Peña Hen, Universidad de La Serena

12-01-2021

Jorge Peña Hen. Foto: Escuela de Música Jorge Peña Hen.

Nota del editor: En los últimos meses, hemos publicado una serie de artículos sobre la vida y la obra de una de las primeras luminarias del movimiento de música para el cambio social en América Latina, Jorge Peña Hen. Nuestra serie termina este mes con una mirada al trabajo de Hen inmediatamente después de fundar la Escuela Experimental de Música para la educación musical de los jóvenes. Si aún no lo has hecho, lee la Parte I aquí; la Parte II aquí; y la Parte III aquí.

La nueva Escuela Experimental de Música proporcionó a los estudiantes estabilidad institucional. A partir de ese momento, pertenecían al Ministerio de Educación. Las asignaturas musicales pasaron a ser responsabilidad del Conservatorio Regional -también bajo la dirección del maestro Peña- que dependía de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile en Santiago. Lamentablemente, esa facultad mantenía las mismas normas obsoletas y los mismos procedimientos antiguos que el Conservatorio Nacional de Santiago.

En cambio, el concepto de escuela de música del maestro Peña fue realmente revolucionario en su estructura académica. Representaba un cambio total del plan de estudios -diferentes metodologías, nuevas motivaciones y participación de varias orquestas y bandas de diferentes niveles. Sin embargo, el presupuesto asignado por la Universidad sólo permitía un estudio de violín, otro de piano y otro de canto. Se necesitarían muchos recursos para financiar un plan de estudios de música que contara con profesores especializados en todos los instrumentos, la compra de esos instrumentos y una infraestructura fiable.

El destino acudió en ayuda de la institución. Durante varios años, Jorge Peña había apelado a los diputados de la zona para que redactaran y aprobaran una ley que gravara con un diez por ciento los espectáculos públicos, incluido el cine. Este impuesto se destinaría a financiar actividades musicales en las regiones de Atacama y Coquimbo. En los días siguientes a la fundación de la escuela, el proyecto de ley fue aprobado por el Congreso, y la situación cambió drásticamente. Por fin habría recursos suficientes para cumplir nuestros sueños de hacer música colectiva, largamente acariciados.

Se fundaron escuelas de música en las ciudades de Ovalle (a 56 millas de La Serena) y Copiapó, la capital de la región de Atacama (a 208 millas de La Serena). Se prestó apoyo adicional para poner en marcha la Escuela de Música de la ciudad de Antofagasta, que posteriormente se cerró debido al golpe de Estado militar del 11 de septiembre de 1973.

Se compraron nuevos instrumentos. Buscando músicos de mayor nivel instrumental y académico, se reclutaron músicos profesionales de las Orquestas Sinfónica y Filarmónica de Santiago. Estos profesores formaron una orquesta que recorrió numerosas ciudades y pueblos de las regiones de Coquimbo y Atacama.

A finales de ese año, la Orquesta Sinfónica Infantil se presentó en el Teatro Municipal de Santiago, la sala de conciertos más importante del país. Su éxito fue una gran sorpresa. El público ovacionó varias veces. La prensa no escatimó elogios, tanto en lo musical como en un contexto más amplio, ya que muchos reporteros destacaron los beneficios de la nueva pedagogía del maestro Peña.

Fue una época de fuerza y voluntad esperanzadora. El maestro Peña se dedicó a trabajar con la Orquesta Sinfónica Infantil, escribiendo arreglos que permitían a los alumnos tocar obras de gran dificultad -generalmente más de un arreglo para la misma pieza, de modo que pudieran actuar diferentes tipos de conjuntos-.

A medida que más personas se involucraban en nuestra causa, seguíamos soñando con algo más grande. En 1966, el maestro Peña compuso la ópera infantil La Cenicienta, que se estrenó en La Serena con la actuación de la Orquesta Sinfónica Infantil. Toda la actuación y las voces fueron interpretadas por alumnos de la Escuela Experimental de Música.

En 1971, me trasladé a Santiago por motivos personales, donde finalmente me incorporé a la Orquesta Sinfónica Nacional como violinista. Y entonces, de repente, todo cambió. Casi diez años después de nuestra fatídica actuación en el Teatro del Liceo de Niñas, se produjo el golpe de Estado militar-civil de 1973. El 16 de octubre de ese año, el maestro Peña fue asesinado por la Caravana de la Muerte sin causa comprobada, en el mismo Regimiento Arica cuya banda lo honraba con una retreta (desfile militar) todos los años. Lo mataron a tiros simplemente por pertenecer a una coalición política de izquierda.

La muerte del Maestro a tan temprana edad fue un golpe mortal para el proyecto musical. Los ciudadanos locales se quedaron sin palabras cuando escucharon la noticia por la radio, incrédulos ante la atrocidad que se había cometido.

Lo que siguió fue una serie de consecuencias brutales para nuestro trabajo. La ley de impuestos que beneficiaba a la música local fue derogada y, con ella, todos nuestros gastos operativos y de contratación. Y las consecuencias no fueron sólo financieras. El origen y la filosofía de nuestro trabajo quedaron repentinamente oscurecidos, ya que las agendas administrativas y financieras eclipsaron su importancia. La música y las materias académicas tradicionales volvieron a separarse por completo. "Una escuela de música para niños": una idea sencilla, complicada por la burocracia.

En la actualidad, la Escuela Experimental de Música Jorge Peña Hen existe como escuela subvencionada por el Estado con aportes de los padres de los alumnos. Los instrumentos y los salarios de los profesores son financiados por la Universidad de La Serena, que a su vez cobra a la Escuela Experimental de Música una cuota por sus servicios. Las escuelas de música de Ovalle, Coquimbo y Copiapó funcionan ahora bajo la supervisión de sus respectivos municipios, mientras que en Antofagasta se puso en marcha una escuela de música de gestión privada.

Esta pérdida cambió el destino de muchos profesores de instrumento, que emigraron no sólo de la ciudad sino también del país, muchos de ellos por razones políticas. Entre los que se exiliaron voluntariamente se encuentran los profesores Pedro Vargas y Hernán Jerez, que llevaron la idea de la pedagogía musical a Venezuela y cuyos logros y éxitos son conocidos en todo el mundo.

En cuanto a mí, hice las maletas y me trasladé a San Pedro Sula, en Honduras, donde asumí la dirección de la Escuela Victoriano López, una escuela de enseñanza tradicional financiada con aportaciones del municipio y de empresas privadas. Mi mujer se incorporó como profesora de flauta. Ella consiguió los fondos para crear la Escuela de Música de San Pedro Sula, emulando la estructura de la Escuela de Música de La Serena. Esto permitió que los alumnos de la Victoriano López comenzaran sus estudios musicales a los 6 años, en vez de a los 14. Es una de las muchas formas de honrar el legado del maestro Peña.

No dudo de que la vida y la muerte del maestro Peña no se olvidarán nunca. Su obra sigue viva. Y cuando le honramos a él, honramos a todos esos héroes anónimos que superan la adversidad para traer la música al mundo.

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