Aprendizaje intergeneracional a través de la composición de canciones

 
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Aprendizaje intergeneracional a través de la composición de canciones

Kateri Lirio, artista docente; MAT, Longy School of Music, '21

04-06-2022

Foto: Kateri Lirio.

Los artistas docentes han sido durante mucho tiempo pioneros en el ámbito del aprendizaje, con enfoques únicos de la creatividad y la creación de comunidades en sus conjuntos. Durante mis estudios de posgrado en la Longy School of Music del Bard College, estudié el aprendizaje intergeneracional, es decir, cómo aprenden tanto los jóvenes como los adultos. Descubrí que, a pesar de las diferencias generacionales y culturales entre la generación Z, los baby boomers y los millennials, había más similitudes que diferencias. Me pregunté cómo podría fomentar conexiones auténticas en un espacio intergeneracional en el que todos aprendieran más sobre los demás. Este enfoque ofrece oportunidades de crecimiento, independientemente de la edad de los participantes. El medio artístico que elegí, la composición de canciones, es simplemente una forma de hablar de la vida.

He utilizado la composición de canciones de esta manera en mi taller único, "Crear confianza en una comunidad a través de la composición de canciones", y también en un curso modular de diez semanas, "¡Escribir canciones es fácil!" Este método sirve para romper el hielo en los conjuntos al principio de un semestre y tiene el poder de tender puentes entre entornos corporativos, organizaciones sin ánimo de lucro y grupos comunitarios con profundas raíces (a veces he dirigido el taller con directores ejecutivos, miembros de la junta directiva, profesores y estudiantes en la misma sala). Los participantes no necesitan tener experiencia en la composición de canciones. Ni siquiera necesitan leer música. Todo lo que necesitan es la voluntad de crecer y aprender sobre sí mismos y sobre todos los demás en la sala.

Este proceso se inspira en el "cipher", un auténtico enfoque de la composición y la narración comunitaria que se popularizó por primera vez en Harlem a través de la Five-Percent Nation, un movimiento nacionalista negro de la década de 1960. Conocí el cipher durante mi experiencia universitaria en Cal Poly Pomona, cuando la universidad organizó un popular evento en el campus que reunía a artistas locales para expresarse a través de la danza, el rap o la canción improvisada. En la charla TED de 2013 de Toni Blackman, "The Cipher, the Circle & Its Wisdom" (La cifra, el círculo y su sabiduría), explica que la cifra es "...muy simple... Se trata de completar el pensamiento. Es dar e intercambiar información, energía e ideas. La cifra tiene que ver con la construcción de la comunidad. Se trata de la conexión. Llevamos siglos cifrando... bailando... comiendo, rezando, tocando el tambor desde que existe la humanidad". Como joven estudiante universitario, era demasiado tímido para participar, y analizaba estos cifrados como observador. Ahora, como artista docente, puedo empatizar con el temeroso estado emocional que pueden experimentar los estudiantes, los empleados e incluso los líderes cuando se les pide que sean vulnerables en un espacio desconocido con gente nueva.

Para fomentar la confianza y desmitificar el proceso de composición de canciones de principio a fin, el proceso comienza con una simple historia personal. Cuento recuerdos de la infancia, lecciones de la vida o deslices de la carrera, según el público. Tradicionalmente, este estilo de narración tiene antecedentes en África Occidental y suele ir acompañado de un instrumento. Mi instrumento preferido para este fin es un beatmaker. Últimamente, he estado utilizando la herramienta de música y podcast basada en la nube Soundtrap for Education por su accesibilidad a la creatividad sin la presión de tener que saber teoría musical o técnicas de grabación avanzadas.

La carne del proceso proviene de los participantes. En los talleres, por ejemplo, planteo cuatro preguntas tan sencillas como "¿Qué te gusta de la pizza?" o "¿Cuál es la parte más difícil de tu trabajo?". Los participantes se toman un tiempo para pensar, componer su "verso" y finalmente leerlo (o rapearlo) en voz alta por primera vez. Los participantes más atrevidos siguen fluyendo e improvisando fuera de la página. Si la sala está muy cómoda, suele surgir de forma natural un "gancho" o parte pegadiza de la canción. Esto hace sonreír a la gente, porque todos han encontrado una conexión con los demás, y la tensión en la sala se disipa. Se crea confianza.

Escribir una canción es una forma natural y poderosa de crear confianza en los espacios en los que influimos. ¿Y si nuestras aulas, salas de juntas y residencias de ancianos fueran tan transparentes y auténticas como una canción? Mi método es sólo una forma de fomentar las conexiones a través del arte, pero sus resultados son universales: conexión a través de la expresión honesta, confianza a través de la vulnerabilidad y alegría a través del proceso creativo. Cuando experimentamos estos sentimientos, recordamos que no siempre necesitamos un martillo para romper el hielo.

Para saber más sobre Kateri Lirio, visite su sitio web.

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