Educación artística y salud pública: Construyendo nuevas asociaciones para un mundo post-Covid

 
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Educación artística y salud pública: Construyendo nuevas asociaciones para un mundo post-Covid

Daniel Mora-Brito, Asesor Especial, División de Relaciones Exteriores y Comunicaciones, Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria

11-04-2020

Una de las ventajas comparativas más llamativas de El Sistema es su capacidad para salvar las diferencias entre comunidades. La replicación de este modelo en múltiples geografías ha demostrado repetidamente el poder unificador y transformador de la música y su valor como piedra angular de la integración y la cohesión social. Las repercusiones del COVID-19 podrían socavar el impacto positivo de El Sistema, lo que plantea grandes retos a sus defensores y profesionales. Sin embargo, la pandemia también presenta oportunidades para repensar los principios de la educación artística y su uso como vehículo para el cambio social, el bienestar y la inclusión. ¿Cómo puede El Sistema sobrevivir a la actual crisis mundial y, lo que es más importante, arrojar luz sobre cómo ayudar a reconstruir sociedades rotas y disminuidas? ¿Qué se puede hacer para garantizar que el modelo se adapte y prospere en estas nuevas circunstancias y se convierta en parte de la conversación política crítica sobre el desarrollo sostenible y, aún más importante, en el ámbito de la salud pública?

En mi línea de trabajo, que consiste en movilizar recursos y mantener el impulso de la lucha contra las tres enfermedades más infecciosas conocidas por la humanidad -el VIH, la tuberculosis y la malaria-, estamos siendo testigos de los efectos devastadores del COVID-19 sobre décadas de inversión en numerosos bienes públicos sanitarios mundiales y otras intervenciones de desarrollo. Mientras los sistemas sanitarios, ya de por sí débiles, se deterioran rápidamente, las poblaciones de riesgo se ven expuestas a nuevas infecciones y se pierden trágicamente vidas humanas en todos los rincones del planeta. Como consecuencia de esta pandemia, también estamos observando el empeoramiento de la violencia doméstica, la disminución del acceso a los servicios básicos en las comunidades vulnerables y las violaciones generalizadas de los derechos humanos, por no hablar de los disturbios civiles y la profunda polarización política en muchos países. El virus nos está aislando y cambiando las formas de interactuar con nuestro entorno, agravando las "condiciones sociales preexistentes" y dejando a los que se quedan atrás en una necesidad aún mayor.

Durante los primeros meses del bloqueo del COVID-19 en Europa, la gente recurrió a actos colectivos de solidaridad para elevar su moral y reforzar los lazos sociales que les unían como comunidad. Reunidos en sus balcones y puertas, los residentes, desde las grandes ciudades hasta los pueblos más pequeños -como el pequeño pueblo suizo en el que vivo-, celebraron el valor de los profesionales médicos que se enfrentaban a la crisis del COVID-19 a nivel local, pero también cantaron canciones populares o tocaron instrumentos junto a sus vecinos para reafirmar su sentido de pertenencia y encontrar consuelo en medio de tiempos excepcionalmente difíciles. El único momento del día en el que todos trataron de levantarse unos a otros, dejando de lado las diferencias, estuvo mediado por nada más que la música (o el teatro o la danza). Independientemente de la forma de expresión, las artes conectaron a la gente con sus comunidades.

En el contexto actual, la práctica colectiva de la música reaparece como una vía eficaz para que nuestras sociedades y comunidades sean más resilientes e inclusivas. Pero es necesaria una reflexión más profunda sobre cómo se puede ampliar el modelo de manera que se convierta en una cuestión de política pública y no sólo en un proyecto de educación artística limitado a casos concretos.

Estudios recientes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestran que las artes pueden funcionar como un tratamiento alternativo para una variedad de condiciones, que van desde enfermedades metabólicas hasta problemas de salud mental. En el marco de la presentación de un informe al respecto en noviembre de 2019, la doctora Piroska Öslin, directora regional ad interim de la OMS para Europa, indicó en un breve vídeo que "mucho antes de que los seres humanos conocieran la penicilina o la genética, crearon la música y el arte", destacando cómo dichos campos de actividad eran tan indispensables y profundos "como nuestra necesidad de saciar la sed o satisfacer el hambre." Esto ha demostrado ser especialmente cierto en el caso de los niños y jóvenes que se han recuperado con éxito de un trauma y han conseguido superar un conflicto, una migración forzada, una enfermedad o un desastre natural gracias a la pura belleza de la expresión artística. Parafraseando al artista francés Georges Braque, estamos más equipados que nunca para demostrar que el arte efectivamente "convierte las heridas en luz".

Las organizaciones sanitarias están recaudando fondos activamente para hacer frente a las consecuencias más inmediatas del COVID-19, esforzándose por identificar y desplegar rápidamente herramientas de diagnóstico, terapéuticas y de inmunización para tratar y prevenir la propagación del virus. Pero más allá de su vertiente de respuesta de emergencia, el llamamiento a la acción del COVID-19 está dando lugar a la redefinición gradual de la arquitectura sanitaria internacional y de cómo la sociedad percibe y entiende la seguridad sanitaria mundial. Este punto de inflexión presenta a los profesionales de El Sistema (y a otros educadores de las artes para el cambio social) una oportunidad única para insertarse en el debate y abogar por la educación artística como un bien público esencial que debe ser financiado con los niveles de inversión necesarios para que florezca.

Por lo tanto, es primordial aumentar los esfuerzos de promoción de los educadores artísticos. Pero hacerlo requiere una comprensión estratégica de las plataformas de desarrollo regionales y globales, para señalar los posibles puntos de entrada y verificar la viabilidad de tales asociaciones. Un posicionamiento claro de la intención estratégica de El Sistema es fundamental para competir por los recursos altamente asignados y escasos en el espacio del desarrollo. Dadas las circunstancias globales sin precedentes a las que nos enfrentamos, se necesitan desesperadamente soluciones innovadoras para avanzar en la salud y el bienestar, y tales alternativas son más bienvenidas si están respaldadas por los resultados y el capital social del que están dotados los educadores musicales involucrados en El Sistema.

He aquí algunas sugerencias concretas para que los educadores musicales sitúen su trabajo en la agenda de los actores del desarrollo, especialmente en el ámbito de la salud:

  1. Establezca contacto con las organizaciones multilaterales o no gubernamentales pertinentes, especialmente a nivel nacional, para hablar de cómo su trabajo está repercutiendo en su comunidad. Persuadir a los funcionarios de que es inteligente y necesario respaldar iniciativas como la suya en un entorno social dominado por la polarización, la desigualdad, los conflictos y los problemas de salud. Contar su historia a las personas adecuadas y relacionar su misión y sus resultados con las normas internacionales de desarrollo -por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o las convenciones que protegen los derechos de los grupos vulnerables o desatendidos- es un gran primer paso en la dirección correcta.
  2. Haga un mapa de las posibles oportunidades de financiación o promoción que podrían ofrecerle las organizaciones internacionales. ¿Ofrece la organización recursos a través de subvenciones u otros mecanismos de financiación? ¿Tiene la organización algo que decir en las conversaciones políticas críticas en torno a las áreas que se cruzan con su trabajo, por ejemplo, el desarrollo humano, la prevención de conflictos, la recuperación de crisis, la educación, la sostenibilidad ambiental, la igualdad de género o la salud? Las intervenciones de El Sistema pueden presentarse de múltiples maneras, y es probable que tengan más éxito si se enmarcan como canales para eliminar las barreras de los derechos humanos para los grupos vulnerables o las poblaciones clave.
  3. Desarrolle cadenas de resultados que ilustren cómo su misión puede ser un vehículo para hacer realidad las aspiraciones públicas y conjuntas. Es muy importante tener una idea clara del mandato de la organización, el ámbito de trabajo y los grupos a los que pretende servir, para garantizar que su discurso sea pertinente y convincente.
  4. Aprovechar los consorcios de la sociedad civil que trabajan con organizaciones multilaterales como beneficiarios o socios de ejecución sobre el terreno. Los ecosistemas de promoción de algunas organizaciones multilaterales o no gubernamentales, incluidas las fundaciones, pueden ser aliados muy fuertes a la hora de apoyar su programa y posicionar su trabajo como un componente fundacional del suyo. Averigüe cómo tender puentes con los organismos de financiación, o cómo crear sinergias con organizaciones homólogas en torno a procesos de concesión de subvenciones potencialmente conjuntos.
  5. Siga los últimos debates mundiales sobre enfermedades infecciosas y no transmisibles y los programas ofrecidos en ámbitos como la seguridad sanitaria mundial y el fortalecimiento de los sistemas de salud. Preste atención a las iniciativas de estas entidades para proteger a las poblaciones clave y vulnerables: comunidades de personas que viven con una determinada enfermedad, mujeres jóvenes y adolescentes, migrantes, pueblos indígenas, reclusos, personas con diversidad sexual, trabajadores del sexo, etc. En el caso de la COVID-19, siempre es útil estar atento a las asociaciones multilaterales y los procesos políticos (es decir, las declaraciones del G7 y el G20 en torno al futuro de la salud mundial, y los últimos debates de la Asamblea General de las Naciones Unidas) para comprender mejor las prioridades mundiales, las posturas de las principales partes interesadas y las tendencias de financiación para hacer frente a la pandemia de la COVID-19.
  6. Si se siente atraído por otras áreas o desea explorar el catálogo completo de opciones en su país, dirija su atención hacia las organizaciones con mandatos de coordinación o funciones de convocatoria sobre el terreno. Entre los documentos valiosos que se pueden revisar están los marcos de asistencia al desarrollo -o MANUD- elaborados por las Naciones Unidas para orientar sus operaciones en los países en desarrollo. Aprobados por los gobiernos correspondientes, los MANUD contienen estrategias quinquenales de cooperación interinstitucional y de múltiples partes interesadas alineadas con las prioridades nacionales. Pueden proporcionar una visión de conjunto de cómo los actores del desarrollo articulan su acción en torno a los ODS.

En lugar de ver la crisis de COVID-19 como un obstáculo insuperable, esta forma de pensar abre una ventana para que el movimiento de El Sistema innove, evolucione y crezca. Este es un momento estelar para que los profesionales de la educación musical aprovechen los posibles escenarios de inversión y política que están diseñando los gobiernos, los organismos multilaterales y las organizaciones de la sociedad civil.

Sensibilizar a los responsables públicos no será fácil, pero el esfuerzo merece la pena. Una colaboración más intensa y asociaciones intersectoriales son la base de las soluciones que esperamos ver en los próximos meses, y el poder transformador de las artes no puede ser excluido de la mezcla.

Editorial
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