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DEL EDITOR, junio de 2019
Tricia Tunstall
Cuando un famoso director de orquesta termina una residencia residencia artística en una universidad de la Ivy League, debería recibir una despedida adecuada, ¿no?
Los miembros de El Sistema Alianza de Nueva Jerseyque incluye todos los programas inspirados en El Sistema en el estado, pensaron que sí. Así que trajeron una orquesta de 250 músicos para hacer el trabajo.
A primera hora del 29 de abril, el último día de la temporada de Gustavo Dudamel en Princeton, los estudiantes del Sistema de seis ciudades de Nueva Jersey (junto con algunos compañeros de Nueva York y Filadelfia) se bajaron de los autobuses y convergieron en el centro de estudiantes de la universidad, sustituyendo el silencio de un domingo por la mañana en el campus universitario por el clamor de 250 niños del Sistema con la misión de dar una serenata al maestro.
Ensayaron toda la mañana en tuttis y secciones. Luego se sentaron, palpablemente nerviosos, a esperar al gran hombre, y entonces llegó, y los niños recibieron su primera lección de superestrellato musical, al estilo de El Sistema. Se dirigió a la parte delantera de la inmensa sala de ensayos ignorando el pasillo habilitado para él y abriéndose paso entre los violonchelos y los contrabajos, los fagots, los trombones y los percusionistas, estrechando la mano de todos los niños con los que se cruzaba. Tardó unos cinco minutos.
Antes de que los estudiantes tocaran, se les dio tiempo para hacerle algunas preguntas preparadas. Las respuestas de Dudamel, al igual que su entrada, fueron un estudio de anti-celebridad. "¿Qué se siente al ser líder de El Sistema?", preguntó un niño.
"Ustedes también son líderes de El Sistema", dijo. "¡Mírense aquí en Princeton, haciendo algo nuevo!"
Otro estudiante le preguntó si estaba contento de tener una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. "Esa estrella", respondió al instante, "también es tuya. Es una estrella de El Sistema; nos pertenece a todos".
En cada pregunta, Dudamel encontró la manera de evitar lo que habrían sido las respuestas habituales de la mayoría de los músicos famosos, incluso de los más agraciados. Evitó por completo el "yo" y pasó directamente al "nosotros" con una coherencia que tal vez sólo pueda reunir un discípulo de larga data de José Antonio Abreu. Cuando los niños tocaban para él, simplemente aplaudía y sonreía. Lo que aprendieron ese día fue algo más que música; fue el claro mensaje de que en el corazón de El Sistema está el poder indeleble del "nosotros".
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