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Editorial: Enero de 2020
Karen Zorn, Presidenta de la Escuela de Música Longy del Bard College, Cambridge, MA
Al comienzo de cada año nuevo, busco inspiración, y esta semana la he encontrado. "It (Still) Takes a Village", el artículo de Krystle Ford que también aparece en este número, informa sobre el trabajo de la Orquesta Juvenil Metropolitana de la Sinfónica de Indianápolis, que trata de involucrar a múltiples generaciones de miembros de la familia en su trabajo de El Sistema.
Su relato me recordó mi presentación inicial de El Sistema y sus líderes. Aunque mis nuevos colegas venezolanos estaban entusiasmados con las posibilidades de El Sistema en Norteamérica, también tenían una preocupación: ¿aceptaría nuestra cultura una idea que valoraba a los conjuntos por encima de los solistas y que trabajaba para garantizar un lugar para todos en lugar de elevar a los más destacados?
Debo confesar que comparto su preocupación. No puedo hablar por los canadienses, pero sé que los estadounidenses no son conocidos por su colectivismo. El sueño americano consiste en que un individuo salga adelante, en lugar de que una comunidad solidaria traiga a todos consigo. A veces parece que incluso medimos el éxito por el número de personas que dejamos atrás. No estaba seguro de si El Sistema se traduciría en una cultura así.
En los años transcurridos desde que escuché por primera vez esas preguntas, he llegado a creer firmemente que, sí, Norteamérica es de hecho un terreno fértil para que El Sistema eche raíces y crezca. Durante mi tiempo en Longy, desde 2007, he llegado a conocer una nueva generación de músicos que están tan dedicados al compromiso social como a la excelencia musical. He visitado núcleos en Estados Unidos donde la filosofía de los conjuntos ya está transformando vidas y cambiando comunidades de forma tangible. He conocido a muchas personas y organizaciones increíblemente dedicadas que están trasladando con éxito los principios de esta institución venezolana a las comunidades norteamericanas y están empezando a encontrar formas de conectarse y apoyarse mutuamente en este trabajo.
Mi esperanza para 2020 es que, aunque todos estemos geográficamente alejados y continuamente en las trincheras, podamos renovar nuestra inspiración colectiva para fortalecer estas relaciones y conexiones, que sigamos construyendo la aldea nacional que necesitamos para criar y nutrir a nuestra nueva generación emergente de artistas ciudadanos.
Feliz Año Nuevo!
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