Despacho desde la diáspora venezolana

 
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Despacho desde la diáspora venezolana

Rodrigo Guerrero, Subdirector de Desarrollo Creativo de la Juventud, Conservatorio de Nueva Inglaterra

09-02-2020

NOTA DEL EDITOR: Rodrigo Guerrero fue durante mucho tiempo una figura clave en El Sistema Venezuela, un líder en las áreas de Desarrollo Institucional y Relaciones Internacionales y un ayudante y traductor esencial para el Maestro Abreu. La agitación política y económica en Venezuela le ha obligado, como a tantos otros, a dejar su tierra natal; se ha trasladado con su familia a Boston, donde trabaja ahora como Director Adjunto de Desarrollo Creativo de la Juventud en el Conservatorio de Nueva Inglaterra. Le pedimos a Rodrigo que reflexionara sobre algún aspecto de la extraordinaria diáspora musical venezolana. He aquí su respuesta.

Conocí a Anthony Pérez hace más de una década en Venezuela; era un prometedor trompetista del estado andino de Táchira. Trabajamos juntos en varias ocasiones, ya que su enérgica interpretación y su forma de ser lo convirtieron en un fantástico tema de entrevista en relación con el trabajo de nuestras orquestas y conjuntos de cámara. Su historia, la de un joven del pueblo de Rubio que llegó a ser uno de los principales instrumentistas de viento de la Orquesta Simón Bolívar, ha sido una gran noticia. Se le puede ver tocando junto a sus compañeros, con el pelo peinado hacia atrás, en clips de YouTube de la legendaria actuación de los Proms de la BBC de 2007, dirigida por Gustavo Dudamel, que dio a conocer la orquesta al mundo.

En abril de 2019, Anthony se puso en contacto conmigo. Ambos habíamos dejado Venezuela en diferentes momentos, manteniéndonos en contacto como cualquiera puede hacerlo a través de las redes sociales. Su llamada no fue una sorpresa; muchos otros músicos del Sistema se han puesto en contacto conmigo a lo largo de los años, buscando consejo y apoyo mientras se esforzaban por ganarse la vida como músicos fuera de Venezuela. Para ello, he escrito innumerables cartas de apoyo, he mantenido cientos de conversaciones telefónicas y he respondido a innumerables correos electrónicos apoyando a mis increíblemente talentosos compatriotas.

Pero la llamada de Anthony no tenía que ver con eso, no exactamente. El prolífico músico de sesión y de concierto (como se había convertido al mudarse a los Estados Unidos) me estaba haciendo partícipe de un nuevo proyecto. Estaba formando una banda en Miami. No una banda, sino una orquesta; no sólo una orquesta, sino una orquesta de proporciones venezolanas. No pude evitar reírme; sabía que era cuestión de tiempo que esto sucediera. Con la diáspora venezolana en pleno apogeo, muchos jóvenes profesionales buscaban oportunidades para mantener a sus familias tras emigrar a pastos más verdes en todo el mundo. Pero me llamó la atención la seriedad del tono de Anthony. Aspiraba a crear una orquesta que recordara sus días en El Sistema; la llamó la Filarmónica de Bolívar.

Mientras enumeraba a algunos de los aspirantes, me hizo saber lo mal que lo estaban pasando desde que emigraron a EE.UU. Un magnífico violinista de sonido impecable estaba poniendo ladrillos para llegar a fin de mes. Un fantástico trompa y notable profesor conducía Uber. Los oboístas pintaban casas; los flautistas de concierto repartían comida. Todos ellos trabajaban horas extras para mantener a sus familias aquí y en su país.

"Esta orquesta", me dijo, "es una oportunidad para que nuestros amigos y compatriotas vuelvan a lo que aman, aunque sea para ganar un poco de normalidad para seguir adelante".

Me acordé de una escena en Venezuela hace algunos años: Acompaño a un periodista entre bastidores para conocer a la Orquesta Simón Bolívar, y nos encontramos con un violinista que accede a hablar con nosotros. Tras las presentaciones, el periodista le pregunta: "¿Adónde quieres ir cuando te hagas profesional?". El músico le mira, desconcertado. "Toco con una gran orquesta en salas llenas; me han dirigido Simon Rattle y Claudio Abbado; tengo alumnos; he hecho giras por todo el mundo. ¿Por qué iba a ir a otro sitio?".

Un avance hacia el concierto inaugural en julio de 2019 de la Filarmónica Bolívar, cada uno de cuyos miembros tenía razones para ir a otro lugar. El concierto atrajo una atención considerable, con el conjunto apodado por los medios de comunicación "La Orquesta Uber" -no como una evaluación de su tamaño o calidad, sino en referencia a cómo muchos de sus miembros trabajaron en servicios de transporte compartido para mantenerse. También atrajo a una sala llena en el Wertheim Performing Arts Center de la Universidad Internacional de Florida. El público estaba compuesto principalmente por emigrantes venezolanos que habían conducido desde todo el estado para deleitarse con la ocasión, pero también había miembros curiosos de la comunidad artística de Florida. ¿Y por qué no iban a venir? Una orquesta que toca y suena como ésta es el sueño de muchas metrópolis europeas. La precisión y el ímpetu que esperamos de una orquesta Bolívar se reconocieron al instante, y la alegría de compartir el arte con una nueva comunidad brilló a través de las sonrisas y las lágrimas de los miembros de la orquesta mientras tocaban con el corazón.

Bolívar Phil es un testimonio más de los valores que El Sistema inculca a sus estudiantes y comunidades. Fue creado no sólo como un ejercicio estético, sino también con un verdadero compromiso por parte de sus fundadores -Carlos Aragón, Eva Moreno y Anthony Pérez- de utilizar sus habilidades para elevarse a sí mismos, a sus compañeros y a sus nuevas comunidades.

Hoy, un año después de su concierto, la Filarmónica de Bolívar se une a muchas organizaciones artísticas en su intento de continuar su trabajo en medio de una pandemia mundial. Habiendo conseguido subvenciones para una temporada de conciertos que desde entonces se ha transformado en un nuevo proyecto educativo que va más allá de las fronteras, ofrecen clases magistrales para programas inspirados en el Sistema en América Latina, incluyendo a estudiantes en su país, Venezuela.

Y es importante señalar que los fundadores y los músicos de esta organización son sólo algunos de los muchos que, en todo el mundo, se han enfrentado a las circunstancias de la diáspora buscando la forma de utilizar su trabajo artístico al servicio de la comunidad, tal y como nos enseñó a hacer el maestro Abreu.

Rodrigo Guerrero forma parte de la Junta Directiva de Bolívar Phil como parte de su consejo consultivo.

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